viernes, 17 de octubre de 2008

¿Por qué es necesaria la unidad patriótica?



Luis Paulino Vargas Solís

El debate está planteado y muy probablemente el carro ya echó a andar. En su llamado a la unidad patriótica, Eugenio Trejos ha sabido, con toda generosidad, alimentarse de los aportes previos de tanta otra gente. Ha planteado el asunto con la necesaria claridad y, sobre todo, ha hecho suya una demanda absolutamente elemental, emanada de la propia ciudadanía organizada: la de trabajar por la unidad del movimiento social y político alternativo al neoliberalismo, posponiendo toda ambición personal. En este momento, esa es condición indispensable para poder avanzar. Quedan, sin embargo, tantas preguntas. Ensayaré algunas posibles respuestas.


1) ¿De dónde venimos y a qué aspiramos?


Trataré de ordenarlo en tres partes.

Primero, una breve ubicación histórica. El movimiento social alternativo al neoliberalismo es, al día de hoy, una realidad social que ha alcanzado un grado considerable de madurez, en cuanto contiene y atesora una trayectoria histórica de luchas populares y democráticas. Desde la guerra patriótica de 1856, las revueltas ciudadanas de 1889 y 1919 o la huelga bananera de 1934, pasando por Alcoa en 1970, la huelga de los maestros de 1995 o el Combo ICE de marzo-abril de 2000, hasta culminar con la enorme gesta de la lucha contra el TLC. En cada caso se pudo haber "ganado" o no, pero, a la larga, siempre quedó un legado para el futuro, una enseñanza por reivindicar, una energía que sigue palpitando en la conciencia ciudadana.


Segundo, esa es, en lo esencial, una historia de resistencia. Frente a los dictadores, la voracidad de las transnacionales y la arrogancia de los oligarcas. Frente al malinchismo de tanto vendepatria. Resistencia, en fin, frente a la injustica, la corrupción, el atropello, la arbitrariedad, la traición.


Tercero, al día de hoy, nuestro movimiento se plantea -como nunca en el pasado- una meta nueva y superior: ya no tan solo resistir, sino, sobre todo, lograr tomar las riendas del país. Estas son palabras mayores: implica derrotar a la oligarquía; expulsar al neoliberalismo y llevar adelante un nuevo proyecto social y político. Esto incluye recuperar las cosas buenas que han venido siendo destruidas, pero también superar vicios, corrupciones y mitos oscurantistas del pasado y construir nuevas posibilidades. No es simplemente un esfuerzo de restauración, ya que ello supondría una mera añoranza conservadora. Miramos al pasado, porque la historia de nuestro pueblo es guía y alimento, pero, igual de importante, miramos hacia el futuro, porque el propósito es construir una Costa Rica nueva, radicalmente democrática, justa, ecológica, soberana e inclusiva.


2) La unidad patriótica es construcción de poder

El poder no es la presidencia de la república o una mayoría legislativa. Eso es, a lo sumo, un fragmento del poder. Éste, en cambio, es un fenómeno complejo: toma formas diversas y se ejerce a través de una multiplicidad de mecanismos. El poder es, en cierto modo, como una operación de suma cero: si alguien tiene mucho poder es porque otros tienen poco o ningún poder. Por ello el poder implica dominación: unos dominan y otros están dominados.


Esa dominación, incluso en nuestra Costa Rica actual, se ejerce desde varios grandes centros de poder. Está el poder político, que básicamente funciona desde los diversos mecanismos de la institucionalidad del sector público. Está el poder mediático que es, en lo esencial, el poder del manejo de la información y del adoctrinamiento mediante la transmisión de ideología. Está el poder económico, el del capital concentrado. Ese es, quizá, el que ejerce de jefe entre las distintas modalidades del poder. Y están otras formas de poder: la religión conservadora, la familia patriarcal tradicional y la escuela son también espacios que contribuyen a sostener ese sistema de dominación.


Si aspiramos seriamente a ser un movimiento alternativo y progresista que ponga en jaque y derrote a esta compleja estructura del poder oligárquico, tenemos que ser capaces de generar nuestros propios instrumentos de poder, para así compensar y sobrepasar el poder de que dispone esa oligarquía neoliberal. Ello incluye cosas como las siguientes: el manejo de la información, la educación del pueblo, la organización y movilización ciudadana, la construcción de nuevas ideologías, nuevos valores, otros referentes éticos y morales. E ir fortaleciendo -y hasta inventando- nuevas formas de organizarnos para producir, y nuevas formas de intercambiar y consumir. Y, desde luego, debemos ser capaces de reinventar radicalmente nuestras formas de relación con la naturaleza.


Tener el poder no es ganar las elecciones o, a lo sumo, ésta es tan solo una partecita del asunto. Antes que eso debemos apropiarnos del proceso eleccionario hasta lograr que este sea realmente democrático, inteligente, participativo. Y luego, hacer que, una vez ganada la presidencia y una mayoría legislativa, se haga un ejercicio de las políticas públicas que cuente con el respaldo de una amplia y vigorosa organización ciudadana, la cual, desde las bases mismas, alimentará, apoyará -y también enjuiciará con implacable sentido crítico- las acciones que desde la institucionalidad estatal se emprendan.


La unidad es indispensable porque es la única manera como se podrán construir instrumentos alternativos de poder, con base en los cuales derrotar a la oligarquía neoliberal y emprender, con posibilidades efectivas de éxito, un proyecto alternativo que realmente pueda avanzar, soportando y derrotando el boicot sistemático que le aplicará esa misma oligarquía.


Un partido no neoliberal podría ganar la presidencia sin contar con esa base social. Es difícil lograrlo, pero no imposible. Pero de ahí resultará un gobierno muy débil que no tendrá ninguna posibilidad de soportar los furiosos embates que le lanzará la oligarquía neoliberal. Un gobierno que salió electo sin base social, es un gobierno que, con mucha seguridad, permanecerá sin base social. Será incapaz de lograr nada sustantivo. Y esa base social solo se construye a partir de un proceso muy participativo y democrático. No es el resultado mágico de procesos eleccionarios que, en su forma actual, son tan solo un ritual vacío y manipulado.


3) Buscamos una transformación integral, no cosmética

La unidad es necesaria a fin de emprender un cambio realmente profundo e integral. Desde el gobierno podrían cambiarse algunas cosas. Un gobierno relativamente fuerte podría emprender cambios de mayor alcance. Un gobierno débil pasará sin pena ni gloria. Pero ni en el mejor de los casos, pueden lograrse grandes cambios sin que la gente misma los haga. Y la gente hace esos cambios cuando madura su conciencia ciudadana, se involucra, se organiza, se educa, se moviliza. Cuando exige cuentas y, a la vez, asume responsabilidades.


Por eso es tan importante la organización ciudadana y su integración en grandes redes de coordinación, cooperación y apoyo. Eso hizo grande el Movimiento del No. Eso le permitió desafiar los enormes poderes concentrados de la oligarquía neoliberal. Y eso mismo ha producido ya cambios de gran significación. De ahí ha surgido toda una nueva concepción de la política; formas distintas de participar y de concebir los procesos de toma de decisiones sobre los asuntos colectivos. Ahí también ha ido madurando una nueva ética, una forma distinta de relacionarse con las otras personas y con la naturaleza.


Ya hemos puesto en marcha ese cambio y, sin duda, es un cambio que lo hace la gente que se organiza y moviliza. De lo que se trata es de dar el salto, para que este cambio se extienda. En ese sentido, el control del gobierno y la Asamblea Legislativa es un paso necesario pero no suficiente. Porque desde ese poder institucional-estatal pueden emprenderse algunos cambios importantes, pero muchos otros cambios deberán ser realizados desde otros ámbitos y niveles y, sobre todo, realizados por la acción misma de la gente.


Esa es otra buena razón para buscar la unidad. Para tener a nuestro alcance más instrumentos de poder -en todo el sentido de lo que término tan complejo conlleva- y, así, lograr amplificar el alcance de los cambios detrás de los cuales andamos.

La profundidad y amplitud del cambio que busca el movimiento ciudadano organizado de Costa Rica es cosa que, según creo, les plantea problemas a los políticos moldeados en las viejas concepciones. Y ello ocurre incluso entre los que están correctamente apuntados con la propuesta de la unidad patriótica. Este es un proceso políticamente muy rico, pero muy exigente. Sobre todo, exigente desde el punto de vista de que construir la unidad patriótica reclama grados de generosidad, humildad y desprendimiento inusitados para dirigentes formados en concepciones patriarcales y verticalizadas.


A estas alturas ya no creo que la palabra la tenga ningún partido político. La palabra la tiene la gente, la ciudadanía organizada. A los partidos le van quedando dos opciones: quedarse a la saga o ponerse a la altura. Algunos ya se decidieron por lo primero. Otros intentan lo segundo. Por mi parte sugiero una cosa a esa ciudadanía organizada: sigamos empujando fuerte que, según parece, ya la cosa empieza a tomar velocidad.


Luis Paulino Vargas Solís | Tribuna Democrática